Imánes en la nevera.


- No veo ese arrebato, ese desgarro, esa fuerza, esa locura, esa…
- Pasión…
- ¡Exacto! Pasión, pasión es la palabra. No encuentro eso en ninguna de las palabras que aquí escribes, sólo veo argumentos ya contados, sensaciones ya inventadas, contadas por otras personas, por otras bocas, y otras manos, no lo entiendo.
- Yo no lo veo de la misma forma.
- ¿Cómo?
- Pues que yo no pienso que ahí no exista pasión o arrebato. Si esto es cuestión de perspectivas, mejor cierro la boca y me doy la vuelta, sin más. Pero hablas de sensaciones ya inventadas, y nunca una misma sensación será vivida por una piel de la misma forma que otra.
- Demuestra eso.
- ¿Quieres que te lo muestre? Esta bien…- Se levantó del sillón color café colocado estratégicamente junto a la ventana, se dirigió hacia él le ordenó que sujetase sus gafas un momento, y apartó los papeles que había encima del escritorio con una mano, mientras con la otra soltaba la goma que ataba su pelo en una coleta casi formal, excepto por los pequeños mechones que siempre lograban escaparse alrededor de sus mejillas, toda ella quedó bañada de caoba, su blusa blanca salpicada de oscuras ondas. Se sentó en la superficie de la mesa así, despeinada, y abrió las piernas despacio, bajó sus manos hacia el centro, y agarró con fuerza el pedazo de tablero que quedaba libre en esa parte. Cerró los ojos, y comenzó a respirar cada vez más fuerte, y más, y más, el sonido de su respiración era ya casi un jadeo, jadeaba, mordía su labio inferior, mientras dejaba que el aire sonase a través de su nariz. Sus dedos enmarañaron su cabello, acariciaron su boca, su cuello. Su mano bajó hasta sus pechos, su vientre, sus piernas...Abrió de nuevo los labios, dejando escapar un par de gemiditos, con una expresión de puro placer, gritó, sollozó, aulló, desgarró el aire. Para luego culminar su orgasmo con un…
- ¡Oh si, si! ¡Joder! ¡Si! ¡Dios! – Entonces abrió los ojos casi como un susurro, alzó las manos hasta su pelo, y recogió cada uno de sus mechones en un recatado moñito por encima de su nuca, aún con el flequillo medio despeinado rozando sus perfiladas cejas, lo miró directamente a los ojos. Él pudo percibir las pequeñas marcas que la ausencia de las gafas había dejado en el diminuto tabique de su nariz, y cómo de repente, ella ensanchó su boca a lo largo de todo su rostro, mostrando una fila de dientes perfectamente alineados, y un pequeño hoyuelo en su mejilla izquierda. Su delgada mano extendió los dedos en su dirección, en solicitud de aquel objeto le había sido entregado antes de aquella muestra de…pasión sin medida. Él tartamudeó:
- ¿Qué ha...haces? – Todo desencajado, ruborizado, maravillado, rojo de la excitación.
- Mostrarte algo de arrebato, algo de locura, algo de…
- Pasión – Contestó él de forma casi inaudible
- Exacto…de pasión.

Comentarios

  1. :) Grande, señorita...usted si que sabe como encender y ruborizar! Groauuuuuuu

    ResponderEliminar

Publicar un comentario