Olor a éter.


Eres imbécil, pero mírate, ¿de donde narices has salido? Con tu cara de me abro de piernas por un sueño. Estas pidiendo a gritos que te desangren, pequeña idiota.
La comprensión sólo te ha llevado a la autocompasión, a tu propia sátira. Pero ¿no te das cuenta lo ridícula que eres? Él sólo te ve sin ropa, y tú…desnuda.
Te vendes fácil al mejor postor. Confunden el dolor en tus ojos con la necesidad de calor humano. Te huelen, porque apestas a carencia afectiva. Y eso es lo que recibes.
Tu siempre quieres más, aunque te sigas dando de bruces ¿no? Pues vale, bien, reviéntate los dientes contra el asfalto estúpida. Das pena.
Lo único que queda de ti cuando todo esto acaba, es un agujero negro atravesándote el pecho, créeme, deja de esperar. Ofrece la carne, y el hueso; la saliva, la piel, y el sudor; y deja a un lado lo que te late en el pecho, no seas crédula.
Pero ¿tú te has visto? No das más que lástima, y ahora eres incapaz de sonreír, porque el pulso se te para a cada paso, porque estás como muerta, sin vida, forrada en plástico.
Ahora te arrastras a ras del suelo, no controlas tus latidos, te automutilas como una loca con una cuchilla de afeitar, te come tu propia mierda, y sabes que la única culpable aquí, eres tú, tú y tus malditas ansias de volar.

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