Sonreías del revés.


Pensaba que intoxicando su cuerpo dejaría de llorarle la piel. Pues narcotizando sus venas amaría lo que más odiaba. Aprendió a abrazar aquel dolor en silencio. A tragarse los nudos de la garganta a bocanadas. Se dio cuenta, tarde. Pero se dio cuenta de que el reflejo de si misma en el espejo había cambiado. Que las huellas de todos los besos que un día le acariciaron, ahora supuraban.
Pues ahora el humo envenenaba sus pulmones a cada calada. Y ese escozor no era comparable al de su recuerdo.
Porque la dejó anestesiada de por vida.
Aprendió a vivir sin sus abrazos. A besar bocas que no eran la suya. Aprendió a no sentirse una extraña en brazos de cualquier otro. Y a caminar hacia delante, sin mirar atrás, con el dolor de seguir respirando su ausencia. Con el amargo sabor en la boca, de saber que volvería a alzar el vuelo.

Comentarios

  1. llego por casualidad...y joder! como me gustan tus textos...tus fotos...tu blog...!:)
    muá

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  2. y es que si no saben volar.... (ya se sabe;)

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